viernes, 25 de septiembre de 2009

La Flecha de Cupido

Siempre he pensado que en el momento que el dios del amor decide arrojar sus flechas, cada una es distinta, incluso las que han de estar juntas para siempre.

Cuando nací, a Cupido se le dieron una tanda de pequeñas flechas. Como a todos, apartó un par para los amores que uno cree que son amores eternos. Esos de cuando uno se enamora y piensa en el "juntos para siempre" aunque en el fondo sabe que no es así y por más que una se mate la cabeza pensando, las imagenes nunca son claras.
Lo que disfrazamos de amor eterno es solo un enamoramiento que dura unas semanas... o unas horas.

Mientras transcurría mi vida, Cupido se encargó de elaborar una nueva flecha, más consistente y hermosa. Con una punta filosa y de mango grueso, le puso especial esmero para que pudiera soportar el tiempo, la distancia y otras flechas que las quisieran romper desde fuera. Hasta que una vez, todo estuvo listo:

- y dime, por que no intentas ser más dulce conmigo?
- está bien, intentare ser más...d..dul..dulce

En ese momento sentí un golpe tan fuerte que pensé que el querubín mismo había embestido contra mi espíritu.

Ya han pasado tres años y me siento afortunada, pues Cupido fue muy cuidadoso al crear la Espada que esa noche atravezó medio a medio hasta el fondo de mi corazón.

1 comentario: