viernes, 26 de febrero de 2010

Otra mujer

Ella entró al bar intentando pasar desapercibida. Con el pelo cubriéndole la mayor parte de la cara, una chaqueta y un vestido largo que le tapaban las piernas.
Se sentó en una mesa en el fondo, haciendo a un lado la otra silla que estaba dispuesta para un acompañante. Parecía que no tenía si quiera, ganas de beber.

-hace tiempo que no he escrito nada. Digo, que no he podido escribir nada. Pareciera que las ideas las tuviera a medio hacer... y como odio ese dicho de "pelo largo e ideas cortas"...

Sonreí desde el mesón. Algo tierno había en su mirada triste cuando sacaba los papeles apretados dentro de un cuaderno que reflejaba los colores. Con el poco público que había, personalmente quise atenderla.

-no sé como me permití caer en esto. A veces siento que soy demasiado feliz para escribir y otras que soy demasiado infeliz para poder salir de la miseria con las palabras. Ya hay cuatro tipos mirándome y ahí se acerca el barman probablemente a ofrecerme gratis una conversación que no quiero tener. De querer conversar de mi estreñimiento literario hubiera ido a una peluquería, donde me hubieran aconsejado que dejara de escribir y que mi marido siguiera siendo el famoso. Ningún escritor escribe para la fama, mi marido como los demás, son víctimas de ella. Yo simplemente lo hago por orgullo, que es tan loable como hacerlo por fama...o sea que no lo es.

Era bella. Por lo menos su cara, porque parecía que no quisiera mostrar nada más. Jugando, le ofrecí la carta completa y pidió una copa de vino blanco. Era extraño que una mujer saliera sola y pidiera alcohol. Me fijé hasta encontrarle el anillo de compromiso y me sorprendió que se viera agotada. Las mujeres que se quedan en casa no tienen porque agotarse. No trabajan.

- qué le pasa a este idiota que me mira tanto?

Mi mujer Paula es feliz a al lavar los platos y cuando deja mi ropa estirada. Tampoco se enoja de que llegue en la madrugada por trabajar honestamente todos los días. Cuando llego, siempre esta dormida. Y en la mañana ya tiene el pan listo, como debe ser.
- mi esposa es feliz.

- perdón?
- es que la veo algo deprimida, señora. No es necesario que me pague la copa de vino, pero debería volver a su casa antes de que llegue su marido. Ya va a ser hora de hacer la cena.

- tiene razón, muchas gracias.
Qué iba a entender este tipo de mi y de mi marido. No valía la pena discutir con un hombre que se nota que jamás ha hablado con su mujer.
Ahí en la esquina ya viene mi esposo, aún se me acelera el corazón cuando dice que me ama. Que si ya me siento mejor? Amor, lo mio siguen siendo los escritos románticos y blandos. Nadie está obligado a leerme. Y deja de mirarme con esa cara, que esta vez tengo razón.
Pareciera que todas las discusiones que he tenido con mi esposo me han hecho valer. Si uno de los dos no estaba de acuerdo con algo, lo decía. En casa se permitía opinar, aunque a él le faltaba tacto. Bueno, si no hubiera dicho que odiaba y amaba de él, estaría como Paula que debe ir saliendo a casa de su amante a esta hora.
Algún día otros entenderán que las mujeres no hablan para escucharse a sí mismas.

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